Bienvenidos a todos de vuelta... con tremenda noticia tenia que retornar...
Espero que durante este largo tiempo hayan estado muy bien...
Saludos
DianElizz :)
18 de octubre de 2010
El cine y la sociedad tienen los vampiros que merecen
Estos monstruos fueron mutando con el tiempo. De ser asesinos despiadados pasaron a transformarse en jóvenes seductores, amantes de las buenas costumbres. De Bela Lugosi a Robert Pattinson, toda la galería de personajes que pasaron por este tipo de cine.
A medida que la sociedad cambia, sus miedos también. Pero el nunca confesado temor a los vampiros permanece en un rincón de la mente.
Desde que este miedo se plasmó en el cine, a principios del siglo XX, la corporización de estos vampiros fue cambiando: pasamos del Nosferatu de Murnau, allá por los años 20, con ese actor increíblemente parecido a lo que podría ser un vampiro, Max Schrek, a los vampiros actuales, con el rostro adolescente de Robert Pattinson, en Crepúsculo.
Aunque no es una tarea simple, veremos como variaron los actores, la forma de encarar las historias, y si quedaron más enraizados como los vampiros que recuerda la gente; actores de la talla de Bela Lugosi, Christopher Lee, o estos de la actualidad, tan juveniles.
Vlad Tepes, el origen del Mito
Vlad III, el Empalador, nacido en Sighiorara en 1431, fue un príncipe de Valaquia (hoy en el sur de Rumania) y se cree es la figura histórica en la que se inspiró el escritor irlandés Bram Stoker para crear al inmortal Conde Drácula.
Sin embargo, no existen pruebas fehacientes de que Stoker conociera al personaje, que fue un gran luchador contra el expansionismo otomano que amenazaba a su país y al resto de Europa. También fue famoso por su manera de castigar a los enemigos y traidores: empalándolos.
Las leyendas alemanas y húngaras, que durante la primera mitad del siglo XVI tuvieron una asombrosa difusión en el norte y aún más en el sur de Alemania, lo describen como “bárbaro y tirano”.
Si se busca al vampiro en Vlad Tepes, muchas son las referencias que pueden tomarse en serio, ya que ¿quién se vuelve vampiro? Aquel que ha sido mordido por otro vampiro, aunque este tipo de víctimas no es el más frecuente. Clásicamente existen dos concepciones: la conversión en vampiro se debe, o bien a su muerte, o bien a un castigo.
Otra teoría firme es que se relaciona al vampirismo con los hombres hallados culpables de graves males, lo cual puede conectarse con el hecho de mantener tratos con el diablo. Una creencia muy común en la Edad Media.
En esa teoría se basa la sospecha contra Tepes: se menciona su muerte repentina y violenta, en su vida no vivida hasta el fin y atestada de actos sanguinarios.
Otra es su apodo: Draculea , es decir hijo de Drácula, que proviene de “drac”, que significa diablo o dragón.
El dragón de siete cabezas era la encarnación del Mal, del Demonio de la Tentación, y las siete cabezas simbolizan los siete pecados capitales: orgullo, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria.
Se lo considera como el signo del Caos, de las fuerzas indómitas que sólo Cristo pudo eliminar definitivamente. El aspecto del Dragón recuerda al de Vlad Tepes: “Un monstruo que arrasa las tierras, extermina a los hombres, de espantoso semblante y a menudo dotado de alas de murciélago”.
Bram Stoker, el “inventor” del género
La unión de los miedos, de lo metafísico con los hechos en sí, fue obra del escritor irlandés Abraham Bram Stoker, nacido en Dublin en 1847, con estudios en el Trinity College y representante del más famoso actor de la época: Sir Henry Irving.
Desde muy chico, Stoker había demostrado interés por el tema vampírico, que se acrecentó cuando leyó un texto clásico del género: Carmilla, historia de vampiros de Sheridan LeFanu, publicada en 1872, la que le inspiró una novela que después tiró al tacho de basura porque no le gustó. Cabe recordar que Carmilla es un relato que fue llevado varias veces al cine.
Tarde o temprano, la fascinación por lo oculto llevó a Stoker a Transilvania, región que como ninguna otra ha recogido material sobre vampiros
Lo que finalmente llevó al escritor a la creación de una especie de “supervampiro” como Drácula, fue su encuentro con Hermann Vambery, un renombrado orientalista de la Universidad de Budapest, quien le contó costumbres ancestrales rumanas, como por ejemplo como los campesinos desenterraban los cadáveres en determinados períodos para comprobar si se habían convertido en vampiros.
También lo impresionó saber que a los niños se los desenterraba tres años después de su muerte, a los jóvenes cinco años después y a los mayores, a los siete años.
Si el proceso de descomposición era completo, se lavaban los huesos con agua y vino y se los volvía a enterrar. Sino, se consideraba que el muerto ya era un vampiro, por lo que entonces se le atravesaba el ombligo con una estaca o se le arrancaba el corazón.
Todos estos elementos hicieron que Stoker hiciera su propia elaboración, y por fin, en 1897, Drácula viera la luz en Londres.
La obra fue un éxito y el público quedó atrapado por su carácter documental, la descripción del viaje en ferrocarril, y los detalles geográficos de Transilvania, lugar donde, de hecho, se sospechaba desde hacía mucho de la existencia de vampiros.
Fue la obra del género más exitosa de su género de todos los tiempos y su protagonista se convirtió en símbolo de vampiro.
En 1925, Drácula fue adaptado al teatro y representado con gran éxito en Londres y Nueva York. El 14 de setiembre de 1927 ya se habían realizado 250 representaciones.
Y ya funcionaba el marketing a gran nivel: para lograr un clima de autenticidad, cada asistente recibía un misterioso paquetito negro que, además de un ejemplar del relato de Stoker, contenía un murciélago que, lógicamente, salía volando una vez abierto el paquete, con el consabido susto, sobretodo de las damas presentes.
Drácula llega al cine
Pero la verdadera fama del conde hematófago se consiguió con su llegada al séptimo arte.
La primera versión del tema fue filmada en Rusia en 1920, aunque lamentablemente no se conserva ninguna copia de la misma. Un año después se filmó otra en Hungría dirigida por Karol Lajthay, que no pasó a la historia.
El primer opus importante del tema fue Nosferatu (1922/ Friedrich Wilhelm Murnau, seudónimo de F.W. Plumpe), con Max Schreck en el papel del conde. Fue una de las películas mudas más importantes del cine alemán. A pesar del título discordante, se trata de una adaptación de la novela de Stoker, el clásico del género.
Para no pagar derechos de autor, Murnau bautizó como Conde Orlok a su vampiro, Pero la viuda de Stoker le entabló juicio y se lo ganó, con lo que por orden de la Justicia fueron destruidas todas las copias del film, menos cinco de ellas que desaparecieron subrepticiamente.
Con una de ellas, en 1994, se hizo un film homenaje a lo que fue la filmación del Nosferatu original con Willem Dafoe encarnando a Max Schreck.
En 1930 llegó Drácula, de Tod Browning, versión norteamericana en la que por primera vez el actor húngaro Bela Lugosi (Bela Belasco) representó al vampiro. Antes ya había contribuido al éxito de la versión teatral norteamericana.
Aunque con algo de mito, se dice que Lugosi se había identificado tanto con el rol de vampiro, que pidió ser enterrado con su capa rojinegra, y se convirtió en el prototipo fílmico del personaje.
Otros filmes en los que Lugosi intervino como Conde Drácula son: La marca del vampiro (Tod Browning/1935), La hija de Drácula (Lambert Hilliger/1936), El murciélago diabólico (Jean Yarbrough/1940), El regreso del vampiro (Lew Landers/1943), y La hija del murciélago diabólico (Frank Wisbar/1946). Todas de la Universal, que trató de exprimir al máximo la mina de oro que le había caído en las manos.
Como se repite cíclicamente en el cine, a partir del éxito del primer relato llegó una lluvia de filmes basados en historias sobre vampiros cuya calidad fue proporcionalmente inversa a su cantidad. Algo que en los temas vampíricos fue una constante.
La primera película estadounidense del tema fue The Bat (El murciélago /1926), adaptación de la obra de teatro, dirigida por Roland West. El argumento no eludía ni el castillo ni el vampiro siniestro que cometía sus tropelías aterrorizando a la zona.
En 1931, el realizador germano Fritz Lang dirigió su primer film sonoro M , subtitulada El vampiro de Dusseldorf. Aunque su tema no es específicamente vampírico, ya que giraba sobre los asesinatos cometidos por el asesino serial Peter Kurten y el revuelo que causaban en la sociedad.
Algunos vieron una velada advertencia sobre lo que sería años después el nazismo, época en la cual Lang tuvo que emigrar urgentemente a Estados Unidos donde siguió filmando por suerte para el cine.
En general, las adaptaciones de la Universal y otras compañías no fueron demasiado fieles a Stoker. Sin embargo, el personaje tal como lo mostró la empresa productora marcó no solo la época sino que creó un estereotipo ineludible al que solo le faltaban los colmillos, que se agregaron en una versión mexicana de los años cincuenta.
El mito vampírico sufrió luego un impasse, reemplazado por otras reconfiguraciones de lo fantástico. Fueron todos filmes de clase B producidos por Val Lewton, y que constó de una docena de películas rodadas entre 1942 y 1946. En ellos se abordaron otros mitos como el zombie, la mujer pantera y el satanismo
La productora Hammer se “apodera” del vampiro
Mientras el vampiro interpretado por Lugosi controla a sus víctimas con su poder mental, sin necesidad de ejercer violencia, el Drácula de Christopher Lee es brutal y despiadado. Así, la versión de la Hammer tiene poco que ver con sus predecesoras.
No seduce a sus víctimas, sino que las posee brutalmente. Estas se dejan dominar, atraídas a la vez que aterrorizadas por su agresividad sexual.
Aunque el personaje sigue conservando una apariencia atractiva y aristocrática, el filme enfatiza su condición de bestia. En esta versión no se transforma en murciélago ni en lobo, pero integra en su propia persona rasgos animales: habla poco, bufa y emite sonidos guturales, exhibe amenazadoramente los colmillos manchados de la sangre de sus presas y su mirada (con los ojos inyectados en sangre) está llena de rabia.
Las continuaciones de Drácula
Drácula (titulada en Estados Unidos Horror of Dracula) fue seguida de Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula: Prince of Darkness, Terence Fisher, 1966). En este caso, el perseguidor del vampiro era el padre Sandor (Andrew Keir, que un año después encarnó a un personaje emblemático de la ciencia-ficción: el doctor Quetermass). Van Helsing (Cushing) sólo aparecía en un breve prólogo que reproducía la secuencia final de Drácula a modo de recordatorio.
Hammer produjo muchas otras continuaciones, como por ejemplo Drácula vuelve de la tumba (Dracula Has Risen from the Grave, Freddie Francis, 1968), Las cicatrices de Drácula (Scars of Dracula, Roy Ward Baker, 1970), Drácula 73 (Dracula A.D. 1972, Alan Gibson, 1972) o Los ritos satánicos de Drácula (The Satanic Rites of Dracula, Alan Gibson, 1973). En ellas el conde estuvo acompañado de diversas “chicas Hammer” (Barbara Shelley, Veronica Carlson, Caroline Munro, etc.), que hacían las veces de víctimas indefensas o de seductoras vampiresas.
Hubo también unas cuantas que, si bien mencionaban el nombre de Drácula en sus títulos, no incluían a dicho personaje. Tales fueron los casos de Las novias de Drácula (The Brides of Dracula, Terence Fisher, 1960) y de La condesa Drácula (Countess Dracula, Peter Sasdy, 1971). Esta última, protagonizada por Ingrid Pitt, se inspiraba en los crímenes de Erszebet Bathory, un personaje verídico.
En 1967, con un toque de comedia negra, mucha irreverencia hacia el género y mucho talento, llegó La danza de los vampiros, de Roman Polansky, con él mismo como protagonista.
El film mostraba al primer vampiro gay de la historia del cine, encarnado en forma desopilante por Ian Quarrier. También aparecía en el reparto la malograda Sharon Tate.
En 1979 se filmó una nueva versión de Drácula, esta vez con el actor Frank Langella quien también la protagonizaba en Broadway. El director fue John Badham, descubridor de John Travolta en Fiebre del sábado por la noche. Junto a Langella integraron el reparto actores de la talla de Laurence Olivier y Donald Pleasance.
Poco más de una década después, en 1992, fue nada menos que Francis Cóppola quien realizó su versión. La tituló Drácula de Bram Stoker, con Gary Oldman como el Conde, junto a Wynona Ryder, Anthony Hopkins y Keanu Reeves. Elenco no le faltó…y fue un film que con su gran belleza visual disimuló algunas flaquezas.
Otro especialista en el género terrorífico -y de ciencia ficción- fue John Carpenter, quien hizo un buen aporte al género con Vampiros (1998), una variante más de la historia aunque con un interesante elenco: James Woods y Maximilian Schell. Este último encarnando a un obispo de la Iglesia Católica inclinado hacia el lado oscuro.
El mismo año fue el turno de un vampiro distinto: Blade, protagonizado por Wesley Snipes. Su personaje es mitad humano y mitad vampiro, dado que su madre fue mordida por uno poco antes de que él naciera.
El éxito dio vía libre a la continuación del personaje. Fue en el 2002 con Blade II, y obviamente no nos íbamos a librar de la tercera de la serie: Blade Trinity (2004).
En 1994 el irlandés Neil Jordan había llevado a la pantalla una interesante versión de Entrevista con el vampiro, basada en el libro de Anne Rice, quien no quería que Tom Cruise fuera Lestat. Luego, al verla terminada, se deshizo en elogios hacia el film.
Completaron el elenco Brad Pitt, Christian Slater y Kirsten Dunst.
El siglo XXI trajo sus propias sagas vampiricas. Una de ellas fue Inframundo (Underworld/2002/Len Wiseman), con la hermosa Kate Beckinsale como Selene, la heroina….
A esta la siguió Underworld Evolution con el mismo director y elenco; y ya el año pasado nos propinaron Underworld: la rebelión de los licántropos, con Wiseman reemplazado por Patrick Tatopoulos en la realización, y sin la presencia de Beckinsale.
Realmente, esta guerra entre vampiros y hombres lobo no le agregó demasiado al género.
Llega el Crepúsculo
Así sea desde los productos más comerciales o algunas apuestas más personales, los vampiros supieron conectarse con la audiencia apelando a los gustos del momento y también a la coyuntura. Y en ese sentido, el vampirismo pudo ser en su momento una parábola del contagio del sida.
La primera de la serie fue Crepúsculo (2008), dirigida por Catherine Hardwicke, basada en la novela del mismo nombre de Stephenie Meyer.
Es una historia de amor dirigida evidentemente al público adolescente, narrada por su protagonista Bella Swan (Kristen Stewart), una jovencita que se enamora del vampiro Edward Cullen (Robert Pattinson). Más allá de sus valores artísticos, hay que reconocer que le fue bien en la taquilla.
No por nada, a continuación llegó Luna Nueva (2009/Chris Weitz), con más de lo mismo, es decir las fluctuaciones de la relación entre Bella y Edward.
No digamos más…otra vez dio resultado en la boletería… porque el público joven es susceptible a la belleza de los integrantes del reparto, que como innovación se pasean libremente a la luz del día, con el único inconveniente que su piel brille como purpurina.
Recordemos que históricamente, el sol para un vampiro era como un arma atómica….lo encendía en llamas.
Finalmente, este año nos descerrajaron la tercera parte: La saga Crepúsculo:Eclipse, con dirección de David Slade, y más asesinatos horrorosos en Seattle.
Y para el 2011 y 2012 se vienen La saga Crepúsculo: Amanecer Parte I y La saga Crepúsculo: Amanecer Parte II.
A primera vista, lo menos que se puede decir es que es casi un abuso.
Top Ten del cine de vampiros
Drácula (1931/Tod Browning). Con Bela Lugosi, David Manning
Lugosi, el vampiro de los vampiros no podía faltar en el sitial de honor. El film convirtió al personaje literario en el ícono del género de terror, y abrió épocas doradas de clásicos.
La historia es bien conocida: un vampiro de Transilvania se traslada a una nueva ciudad, donde se enamora de una joven. Su novio tendrá que salvarla con la ayuda de un experto cazavampiros. Más fiel a la versión teatral que se daba en Nueva York que a la novela original de Bram Stoker.
Del Crepúsculo al Amanecer (1995/Robert Rodríguez). Con George Clooney, Salma Hayek, Quentin Tarantino, Harvey Keitel y Juliette Lewis
Quentin Tarantino y Robert Rodriguez unieron fuerzas para rendir homenaje a las películas de terror que tanto les gustan, sin dejar de lado su modo de concebir el cine.
Hicieron un thriller disfrazado de road movie en el comienzo, que luego se convierte en un film de acción con muchos vampiros, cuando dos fugitivos y una familia a la que han tomado como rehenes deciden pasar la noche en un pub de la carretera regido por hordas de vampiros. Todo con toques de humor y con una gran escena erótica a cargo de Salma Hayek, con un baile que realmente corta la respiración. Debe ser la vampira más sexy que vio el cine.
Noche de miedo (1985/Tom Holland). Con William Ragsdale, Roddy McDowall y Chris Sarandon
Sin duda los 80 fueron una buena década para el cine de terror. Como muestra esta gran modernización de la imagen del vampiro, aunque sin perder su esencia clásica.
Homenajes a los grandes del terror como Peter Cushing, Vincent Price y Christopher Lee, en una mezcla bien dosificada de terror y humor.
Chris Sarandon (hermano de Susan) es un vampiro que llega a un nuevo barrio. Su vecino, un fan de los filmes de terror intuye su naturaleza, y busca la ayuda de un cazavampiros televisivo (gran trabajo de McDowall). Ahí empiezan los problemas.
Viajeros de la noche (1987/Kathryn Bigelow). Con Lance Henriksen, Adrian Pasdar y Jenny Wright
Bigelow tuvo mala suerte con su primer trabajo. La productora de Dino De Laurentis entró en bancarrota y el film no tuvo la difusión que merecía, relegándolo directamente al terreno de las películas de culto.
La idea era hacer un western que finalmente se mezcló con el terror en una historia de un muchacho que se enamora de una vampiresa y se ve obligado a formar parte de la familia.
Quizás aquí comenzó el cambio en la imagen que el cine había formado de los vampiros.
Martin (1977/George A. Romero). Con John Amplas, Lincoln Maazel y Christine Forrest
A Romero le tocaba demostrar que La noche de los muertos vivos no había sido una casualidad.
De esta manera rodó este film, que inicialmente duraba más de dos horas y media. El montaje final queda en poco más de hora y media, y el resto del material se perdió, privándonos de poder visionar la historia completa de un chico de 17 años que afirma ser un vampiro de 84.
Romero rompe con buena parte de lo tradicional del género, ofreciéndonos un vampiro más humano que nos hace dudar siempre si el joven imagina su vampirismo, o es realmente víctima de sí mismo.
La danza de los vampiros (1967/Roman Polansky). Con Roman Polansky, Sharon Tate, Ferdy Mayne, Ian Quarrier y Jack McGowran
En plena época de los filmes de la Hammer, Polansky se lanzó con esta parodia desopilante, que él mismo protagoniza como el sobrino y ayudante de un cazavampiros que se encuentra con uno, cuando el monstruo rapta a la atractiva hija de los dueños de la posada donde se alojan.
Lamentablemente perdió 20′ en la sala de montaje con la desaprobación del realizador.
Un film con detalles únicos de vestuario, diseño de producción y fotografía. Una escena de un baile de los vampiros ataviados con sus ropas de gala, es digna del mejor de los recuerdos.
Drácula (1958/Terence Fisher). Con Christopher Lee, Peter Cushing, Michael Gough
La productora británica Hammer Films tuvo un acierto increíble a la hora de rehacer los grandes filmes del terror clásico.
Comenzó con La maldición de Frankenstein, pero fue Dràcula la que ofreció la verdadera medida de las posibilidades comerciales y artísticas del tema.
Fue más fiel que la versión de Lugosi, con un increíble Christopher Lee y con el añadido del color, que daba a la sangre el papel de protagonista que demandaba el tema de vampiros. Además, comenzó a incluir otro elemento que hasta entonces solo se sugería: la sensualidad/sexualidad de la relación vampiro víctima.
El misterio de Salem (1979/Tobe Hooper). Con James Mason, David Soul, Bonnie Bedelia
Esta serie televisiva basada en la novela de Stephen King dejó pegados al asiento a la gran mayoría de espectadores.
Tobe Hooper hizo uno de sus mejores trabajos. Tuvo a su favor una espléndida ambientación y un reparto muy sólido. Notable trabajo de James Mason, quien aportó más que una maldad superficial, una maldad esencial mucho más inquietante.
Nosferatu, el vampiro (1922/Friedrich W.Murnau) Con Max Schreck, Greta Schoroeder
El primer gran hit del cine de vampiros. Como no consiguió los derechos de Stoker, Murnau le cambió el nombre a los personajes, filmando una de las obras cumbres del expresionismo alemán, corriente que marcó toda una época.
La viuda de Stoker no estaba interesada en las virtudes de la película, y sus demandas estuvieron a punto de hacer desaparecer todas las copias. La riqueza visual del film, la hace de visión obligada aún hoy en día.
Drácula de Bram Stoker (1992/Francis Coppola). Con Gary Oldman, Wynona Ryder, Anthony Hopkins y Keanu Reeves
Gran film y quizás la adaptación definitiva del libro del irlandés Stoker, aunque Coppola se tomó sus licencias.
Brillante visualmente y con un inspirado Gary Oldman, acompañado por el resto del reparto que también era de lujo, el film resucitó el interés de Hollywood por los monstruos clásicos, lo que salvo a Coppola de la bancarrota económica.
Curiosamente, el guión estaba previsto como para un telefilm, pero la bella Wynona lo rescató y convenció al realizador para que dirigiera el proyecto a lo grande.
¿Vampiros de antes o de ahora?
Los vampiros antes:
Aterraban
Eran nobles y vivían en enormes y muy vetustos castillos
Eran fotosensibles
Dormían en un ataúd
Controlaban las mentes
No toleraban el ajo
Les aterraban los crucifijos.
Se transformaban en murciélagos
Se los mataba con una estaca en el corazón
Su sed de sangre era tan incontenible que la tomaban directamente de las victimas
Los vampiros de hoy
Hoy en día son hermosos físicamente, seductores y con experiencia de 4 siglos
Duermen en amplias camas, e incluso en congeladores
Tienen modernos departamentos, y pueden ser desde detectives a estudiantes
Con un anillo especial no hay sol que los dañe
Incluso, se enamoran
Hay vampiros que son estrellas de rock
Últimamente no se convierten en vampiro frente a la cámara, a lo sumo en neblina.
Realmente, a este paso, van a terminar convirtiéndose en vegetarianos…..
Como despedida, recordemos que el mito vampírico apareció durante el iluminismo francés, y llegó con todo su vigor hasta los relatos de Carpenter o de Cóppola. Lo de ahora es otra cosa.
Por último, imposible e injusto decir que vampiros eran los de antes, que Bela Lugosi o Gary Oldman son más vampiros que Robert Pattinson. Y además, cada sociedad y cada época tienen los vampiros que se merecen. ¿O no?
Fuente: DiarioShow
Vía DiarioTwilight
El cine y la sociedad tienen los vampiros que merecen
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